Historias de Hollywood: Glenn Quinn “La espiral descendente de la fama”

  

Cuando Dios castigó a Caín, le quitó sus cosechas. Al ser agricultor, Caín comprendió que ya no tenía futuro alguno. Pero Dios no acabó allí. También le obligó a caminar sin rumbo por el planeta, pues se aseguró de que no tuviese un lugar al que llamar “hogar” donde descansar ante la fría noche. Todo eso suena como algo muy lejano en el tiempo, propio de las historias de la Biblia. Sin embargo, no podemos dejar de preguntarnos qué habría sentido Caín al verse despojado de todo lo que daba sentido a su vida. Durante una noche de diciembre del año 2002, luego de que la Diosa de Hollywood lo desterrase por sus actos errados, Glenn Quinn debió de sentir algo muy similar. Recostado en un sillón prestado, contemplando el techo de un apartamento que no era suyo, puede que se entregase al sueño agradecido por ya no tener que pensar en lo retorcido de la vida. Caín aceptó su destino a regañadientes, para continuar portando una marca por el resto de sus días; tal vez con la esperanza de enmendar el error. El irlandés más versátil que pisara la meca del cine no tuvo tanta suerte. O, al menos, no dispuso de más días para hacerlo.

 

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                                                               Glenn Quinn

 

Glenn Quinn nació el veintiocho de mayo de 1970, en Dublín, República de Irlanda. A los dieciocho años se muda con su familia a la ciudad de Los Ángeles. Dos años más tarde, comienzan a llegar las ofertas para protagonizar comerciales, entre los que destacan Ray-Ban y Pepsi. Entonces llega su primera oportunidad en la televisión, con un pequeño papel en el episodio piloto de “Beverly Hills 90210”. Fue un rol con solo un par de líneas, pero sirvió para abrirle puertas. A eso siguió la participación en la serie transmitida por la cadena CBS, basada en la cinta de cine independiente “Bagdad Cafe”. También debió de sumar el rol desempeñado en el film para televisión “Silhouette”, bajo la dirección de Carl Schenkel, junto a la grandiosa Faye Dunaway. Y entonces llegó la oferta que le catapultaría a la fama inmediata. 

 

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                                                 Poster de "Silhouette" (1990).

 

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                                       Quinn: presencia acompañada de talento. 

 

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                                "Bagdad Cafe" (CBS), primeros pasos del actor. 

 

Una de las sitcoms más importantes en la historia de la televisión americana comenzó a transmitirse en el año de 1988. Ya establecido el éxito de la misma, a principios de 1990, se decidió agregar un personaje para un solo episodio, como el novio irresponsable de la hija de la familia. Así fue como Glenn Quinn ingresó al show “Roseanne” de Paramount Television. Pero su desempeño, como el gamberro de Mark Healy, fue tan extraordinario que permaneció como un miembro fijo del show por los siguientes siete años. Esas fueron temporadas de ensueño para el público americano. En total, setenta y cuatro episodios, en los que el actor hizo historia frente a las cámaras junto a los inigualables John Goodman y Roseanne Barr. La sitcom, sobre las luchas frecuentes de una familia de clase trabajadora, convirtió a Quinn en una estrella instantánea. 

 

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                                En el set de "Roseanne" la joya de Paramount.

 

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                            En escena de "Roseanne", junto a John Goodman.

 


                      Junto a Sarah Chalke en una fotografía promocional del show. 

 

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                 Quinn en su rol de Mark Healy, el querido personaje de "Roseanne".

 

En 1991 consigue un papel en el film musical de Universal Pictures titulado “Shout”, dirigido por Jeffrey Hornaday, con un elenco de estrellas como John Travolta, Heather Graham y Gwyneth Paltrow. Al año siguiente, consigue un rol en la cinta de terror y comedia “Dr. Giggles”, producida por Dark Horse Entertainment, bajo la dirección de Manny Coto. El nivel de trabajo de Glenn se incrementa ese mismo año de 1992, al lograr el rol de Cedric Grey, en la serie de televisión inglesa “Covington Cross”, basada en una historia de intriga política del siglo catorce. El show, creado por la mítica productora Thames Television (responsable de Benny Hill y Mr. Bean entre otros), obligó al joven actor a trasladarse sin descanso entre ambos continentes para mantener el ritmo de filmación de “Roseanne”.

 

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                                                    Poster de "Shout" (1991).


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                                            En escena de "Dr. Giggles" (1992).

 

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                                                       Poster de "Dr. Giggles".

 

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                              Junto a Holly Marie Combs en el set de "Dr. Giggles".

 

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"Covington Cross", la serie de Thames Television. (Glenn en el extremo derecho.) 


Quinn decide dar el salto a una industria diferente en 1997, dando su voz a uno de los personajes del juego “The Curse of Monkey Island”, producido por Lucas Art Entertainment. Es en ese año que participa del film de terror “Campfire Tales”, sobre un grupo de adolescentes que relatan historias de miedo sentados frente a una fogata. El elenco de jóvenes promesas contó con James Marsden, Amy Smart y Christine Taylor. En 1998 se hace con un papel en el film de comedia romántica “Some Girl”, dirigido por Rory Kelly. Glenn toca en ese momento las puertas del cielo de Hollywood, al compartir pantalla con Juliette Lewis, Michael Rapaport, los hermanos Marissa y Giovanni Ribisi y Adam Goldberg. Su fama estaba al fin establecida luego de años de esfuerzo. Tenía una costosa mansión en las afueras de Los Ángeles y, por si fuera poco, era mitad dueño de un club llamado “Goldfingers” en el centro de la ciudad. Entonces llegaría el rol que le reportaría una mayor celebridad y mucho más dinero. Glenn Quinn tenía ahora el mundo entero a sus pies. Por desgracia, también escondía una creciente adicción a las drogas y el alcohol. Los fantasmas personales, sumados a los conflictos familiares, aumentaron el hambre del actor por los excesos.

 

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                               En el set de filmación de "Campfire Tales" (1997).

 

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              Poster de "The Curse of Monkey Island", la genialidad de Lucas Art. 


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                                                Poster de "Some Girl" (1998).

 

Joss Whedon, el genio detrás de “Buffy The Vampire Slayer” y “Firefly”, decidió que era momento para que el personaje de Angel (nuestro amado vampiro con corazón de oro), tuviese su propio show protagónico. Para ello se dio a la tarea de producir la serie en el año de 1999, creando una triada de héroes que contaba con David Boreanaz y Charisma Carpenter repitiendo sus roles de Angel y Cordelia. El tercer miembro del elenco sería un personaje nuevo, un mitad hombre mitad demonio, que aportaría su capacidad de visionar sucesos futuros. Así nació el genial papel de Allen Doyle. El actor elegido para darle vida frente a las cámaras: Glenn Quinn. 

 

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                         Cordelia, Angel y Doyle: héroes de nuestra adolescencia. 

 

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                                                En escena de "Angel" (1999).

 

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                           Glenn Quinn en su rol de Allen Doyle: demonio irlandés.

 

La serie, transmitida por Warner Television, fue un éxito inmediato. Glenn utilizó su tonada irlandesa para conferirle a Doyle una identidad diferenciada. Era la primera ocasión en su carrera en que se le permitía hacerlo. La primera temporada (1999) es una joya con una historia que corría a la par de los eventos de “Buffy”, pero ubicada en la ciudad de Los Ángeles. Quinn estaba ganando una verdadera fortuna. Pero las grabaciones comenzaron a complicarse, por el desgaste notorio del actor, a causa del consumo de cocaína y heroína. Eso llevó a Joss Whedon a tomar la decisión, muy a pesar del deseo del público americano (que incluyó protestas varias), de eliminar al personaje de Allen Doyle de la historia. Fue así como logró librarse del problema en el set en que se había convertido Glenn. A partir de allí no hubo vuelta atrás. Las drogas lo atraparon de tal forma que, con el paso de los meses, perdería también su mansión en las colinas de Hollywood y el Club Goldfingers. Mientras tanto en la ciudad de Dublín, República de Irlanda, un hombre llamado Ciaran McQualie llevaba una vida tranquila, ajeno por completo al descenso descontrolado de Glenn. En unos años eso cambiaría y Ciaran, boquiabierto, comenzaría a comprender que la vida tiene maneras de sorprender a las personas.

 

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                                    El Club Goldfingers, 6423 de Yucca Street. 

 

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                                                 En escena de Angel (1999).

 

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   Charisma Carpenter, Glenn Quinn & David Boreanaz en promocional de Angel.

 

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                        Con David Boreanaz en un descanso de las filmaciones.

 

En el año 2000 llegaría la oferta para formar parte del film para televisión “At Any Cost”, un drama bajo la dirección de Charles Winkler, donde compartió escena junto a James Franco. En 2002, Quinn sería parte del elenco del film “R.S.V.P.”, una mezcla de crimen y comedia sobre un estudiante de psicología que decide invitar a sus amigos a una cena con la intención de asesinarlos a todos. Ese sería el último rol de su carrera. Para entonces Glenn lucía muy delgado y cansado frente a cámara. Vivía también quebrado y sin rumbo aparente. El final, tan predecible como desagradable, se acercaba implacable. Fue en ese año en que recibe el golpe de gracia: es expulsado de un centro de rehabilitación en la ciudad de Miami, por romper las reglas, al utilizar drogas de contrabando. 

 


                                                Poster de "At Any Cost" (2000).

 

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                                                  En el set de "At Any Cost".

 

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                                                En escena de "R.S.V.P." (2002).

 

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                                           Poster de "R.S.V.P.", su último papel. 

 

El dos de diciembre del año 2002, Glenn Quinn, sin un centavo y sin hogar, permanecía recostado en el sillón ubicado en la sala del apartamento número ocho que pertenecía a un amigo suyo, en la zona de North Hollywood. El complejo de viviendas sencillas, tan diferentes a la casa que poseía tiempo atrás en las afueras de Los Ángeles, era tan feo a la vista que ya fue demolido al día de hoy. En menos de tres años había pasado de ser millonario y considerado por muchos como uno de los mejores actores de su generación, a vivir de prestado y en bancarrota financiera constante. Glenn cerró sus ojos esa noche, vencido por el peso de los últimos meses, y de la gran cantidad de heroína que acababa de ingresar en su cuerpo. Al día siguiente, el público americano despertó con la triste noticia. Pero la historia de Glenn Quinn no termina allí. 

 

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           Apartamento 8, en el número 11115 de Acama Street: final del camino. 

 

Pocos años más tarde, inmerso en una búsqueda personal, Ciaran McQualie caminaba por las calles de Dublín. Llevaba en su mente una corta frase, dicha por una señora unos minutos antes, que trabajaba en el Servicio Nacional de Adopción de ese país. Ciaran llegó a su hogar, luego se sentó frente al ordenador, y tecleó la pista dada por una mujer que, impedida por la ley pero apiadada de él, le llevaría a abrir los ojos de pura sorpresa. “Glenn ha muerto”, escribió Ciaran en el buscador de internet. De inmediato, llegaron a él artículos y fotografías del actor irlandés fallecido en Hollywood. Por primera vez en toda una vida, podía admirar el rostro de un hermano famoso que jamás había conocido. Eso le llevó a seguir el rastro hasta comunicarse con las hermanas y la madre de Glenn Quinn. Ciaran, dado en adopción siendo un bebé, al fin hubo encontrado a su familia biológica.

 

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                                Ciaran McQualie (Quinn) junto a sus hermanas. 

 

El talento desperdiciado es algo casi cliché en la meca del cine. Pero lo ocurrido con alguien tan joven como Glenn Quinn resulta en especial molesto; casi injusto, a pesar de todos los errores personales que pudiese cometer durante su estadía junto a la Diosa de Hollywood. Ella debió de haberle dicho: “¿Qué has hecho?”, mientras él se adormecía sobre un sillón prestado, tal como Dios lo hiciera con Caín antes de quitarle todo. Los que tenemos edad suficiente como para remontarnos a los días en que encendíamos la televisión (con una sonrisa), para seguir las aventuras de Buffy y de Angel, recordamos al personaje de Allen Doyle como una pieza imposible de reemplazar. Al morir, en el episodio emitido el treinta de noviembre de 1999, Doyle traspasa su capacidad de ver el futuro a Cordelia. Y lo hace con un beso de despedida. Cuando Glenn se despidió de este mundo…, de alguna forma dejó una estela que su hermano Ciaran pudo sujetar. La familia Quinn perdió a un hijo, pero recuperó a otro, pues cuando la vida quita es cuando más da a cambio. Al ver el resultado de ello, el actor irlandés más talentoso de Hollywood de seguro estaría de acuerdo, enfatizando el asunto con alguna frase acompañada de esa tonada suya, que simplemente sonaba genial. 

 

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                                                                Glenn Quinn 

 

 

 

Fuentes Consultables:

 

Imdb.com 

Wikipedia.org 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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